Disciplina si, maltrato no



Descubro con sorpresa que en gran número de empresas ocurre este fenómeno. Existen reglas y existen sanciones, pero no se aplican. Hay reparo a utilizar las sanciones y por tanto a veces, no hay límites. Es lo que se le achaca a cierta parte de la juventud actual, la inconsciencia de la existencia de límites.

No pasa nada formalmente, pero los jefes si emiten una respuesta. El castigo

“¿Pero si yo no castigo a nadie?”. Eso piensa el jefe que ha mirado la hora cuando entraba su empleado rezagado. Otras veces se transforma en un mal gesto, críticas veladas y en los casos en los que el empleado lo permite incluso alguna descalificación y/o gritos. Todo eso en vez de hablar con la persona y darle un aviso o una sanción, si es que procede.

Estos castigos además son aleatorios. Es decir, depende del ánimo del día, o de la pelea conyugal de anoche, el jefe deja pasar algunos comportamientos o bien les da suma importancia. Depende. Cada uno opta por una opción en función del resultado de su ruleta emocional momentánea. De ahí vienen los comentarios de: “a ver con que humor viene hoy el jefe”.

Los castigos aleatorios son un mal trato. Son una tortura para reducir la autoestima de la persona y desorientarla sobre qué se espera de ella. ¿Te imaginas educar a un niño, reprobándole a veces si y a veces no, los mismos comportamientos?.

Debemos diferenciar los comportamientos de refuerzo negativo de la política del miedo, de cualquier tipo, y aunar el mantenimiento de la disciplina con el respeto a la persona.

Concluimos con esto que marcar límites, y aplicar la disciplina cuando se incumple, es necesario tanto para la persona como para el grupo. Aunque sólo nos sirva para fijar los mínimos aceptables y evitar la desmotivación general.

Quizá algún dejaremos de escuchar: “total, no pasa nada…”


La gente cree que ser sincero es decir lo que se piensa, pero a veces olvidan que también es pensar lo que se dice

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